Raúl Omar Toro Flores “Trabajé en ‘El Templo de la Sabiduría’”

Publicado el at 06/12/2019
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Hoy habita la Población Sicem y recuerda sus años de labor en Cemento Melón, donde aprendió con los mejores técnicos de la ciudad

Raúl Omar Toro Flores nació en Pichidegua el 3 de marzo de 1939. Tiene 80 años y aparte de algunos problemas de salud de enfermedades crónicas, es dueño de una excelente memoria.

“Mi padres se casaron muy jóvenes. Mi padre había sido criado por familiares y unas tías maduras y solteronas que tenían una pequeña viña, que se achicaba o agrandaba con las salidas de madre de un río”, comenta.

Una hermana mayor, se había casado y, en 1938, había emigrado a La Calera, donde su marido era inspector de la construcción de la Población Cemento Melón. Después se quedó como inspector en el mismo núcleo habitacional calerano y se trajo a dos cuñados. Uno de ellos era el padre de Raúl.

“Mi papá trabajó primero con contratistas, por lo que entraba y salía de la empresa. Sólo trabajaba cuando había obras que le encomendaban a sus jefes. Yo llegué a La Calera varios años después que él, cuando yo tenía más de seis años, y quedó definitivamente contratado en la empresa y nos vinimos con mi mamá. Ocupamos una casa que la fábrica le había pasado a mi padre”.

Ingresó a la Escuela Profesional Cemento Melón a los siete años, con los Hermanos Maristas. “Estudié con ellos, especialmente los ramos científicos y humanistas. Los estudios técnicos estaban en manos de profesores seglares. Había sólo dos asignaturas de esta área: Mecánica y Ebanistería (mueblería). Aún no había estudios de Electricidad. Yo opté por la Mecánica”.

Raúl dice que el rol de la empresa Cemento Melón era no sólo tener la mano de obra para la empresa: “También se buscaba evitar la gran deserción escolar. El premio para los que lograban salir con alguna carrera era su ingreso a trabajar en Cemento Melón. En esos tiempos era un reconocimiento muy codiciado. Había mucha diferencia en la edad de los alumnos y hasta 80 alumnos por sala”.

El curso de Raúl Toro Flores tuvo 18 egresados y él se tituló como Técnico en Mecánica. “Yo salí de la escuela a los 16 años, en diciembre de 1955. Ya había hecho la práctica en la fábrica vieja. El 2 enero del año siguiente firmé el contrato como trabajador de Cemento Melón. Me mandaron a Producción, pero no fue nada complejo, pues el jefe me mandaba a mirar si había algún escape de cemento en las cañerías”.

Aunque el trabajo real de Raúl Toro estuvo en la parte más mágica de la fábrica: la Maestranza.

“Allí se hacía de todo, lo que faltaba y hasta lo que no existía. Los maestros eran verdaderos genios para hacer piezas y arreglar entuertos con su inteligencia. Varios técnicos fueron jefes, hasta que llegaron los ingenieros”.

Raúl Toro agrega que tuvo la suerte de estar en un grupo de trabajadores donde el maestro principal era un genio. “Sabía hacer de todo. Si no lo sabía estudiaba el problema y encontraba una solución. La empresa Cemento Melón a la que yo entré, podía cerrar sus puertas y generarse a sí misma su mantención. Tenía la Fundición (que luego fue Aceros Andes, que hacía piezas para ferrocarriles), la Maestranza, la planta de Oxígeno, la Calderería, la Herrería, entre otros talleres”.

“Fui muchos años ayudante, luego pasé a Maestro, dependiendo de otro Maestro, y trabajé en los tornos por muchos años y me encantó la metalurgia. Cuando achicaron la Maestranza se fueron casi todos los mecánicos viejos y nos quedamos los que habíamos aprendido con ellos. En el terreno aprendí lo que los Maestros hacían sin ninguna formación educacional. Ellos me heredaron una oficio o profesión que agradezco”.

Raúl Toro agrega: “Estuve 48 años en la empresa Cemento Melón, que es casi la mitad de la vida de la fábrica. Viví todo el proceso de cambios que se fueron produciendo en la propiedad, en los procesos, en la tecnología, en la externalización de algunas tareas. Soy un agradecido de Cemento Melón. Como decían los viejos: ‘Llegaste a un templo de la sabiduría’. Aparte, de aprender algo que me gustaba, me ha permitido vivir una vida sencilla, pero sin sobresaltos. Lo que soy o no soy se lo debo a la empresa”.

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