Este vecino de la Población Sicem es un eléctrico muy destacado, que aprendió mucho de lo que sabe en la fábrica de cemento
A los 83 años, Juan Eduardo Orozco Meneses no ha dejado de trabajar. Esta nota la respondió luego de bajarse desde lo alto de un poste de electricidad en el sector de Chamizal, en El Melón. Para los que lo conocen, no es nada extraordinario. Aún juega fútbol, como defensa o mediocampista, hasta hace poco por Independiente en La Cruz, y, ahora por Campos de Deportes de La Calera.
“Juego en el mismo equipo con dos de mis hijos, Juan y Víctor”, dice con una alegría inextinguible.
La explicación de su perfecta longevidad la relata con su voz contenta, que parece que cantara mientras habla.
“Es que siempre he practicado lo positivo. Nunca nada me amargo y si alguna vez hubo algún problema, me dediqué a solucionarlo. No me preocupé, sino que me ocupé de resolver las dificultades. He vivido un vida sencilla, que tampoco me ha generado mayores problemas y, más que nada, felicidades”, dice.
Dice que esa filosofía de vida, aunque la heredó de mis padres, la confirmó con los Hermanos Maristas en la Escuela Industrial.
“Y, luego, en Cemento Melón, que para mí fue otra escuela”, confiesa Juan, quien nació el 20 de junio de 1936, en el actual sector de Diego Lillo y Carrera –que luego ocuparon los Maccelari). Vivió su infancia en la calle Josefina, donde la familia compró una casa. Sus padres fallecieron temprano en su vida y él encontró en sus cinco hermanos y en la escuela un motivo para crear un proyecto de vida.
“Tenía opciones: estudiar mueblería, mecánica o electricidad. Uno de mis hermanos, que ya trabajaba en Cemento Melón, me dijo que optara por la última. Era el futuro, pues recién se había incorporado a la vida moderna y a la fábrica, donde pretendía trabajar apenas saliera de la escuela”, recuerda Juan Eduardo Orozco.
Y así fue. En 1955 se tituló, con el primer lugar, como técnico en Electricidad en la Escuela Cemento Melón. Aún se acuerda del Hermano Ignacio, el director; el Hermano Heraclio; el Hermano Juan; y, el profesor René Riveros Figueroa (que aún vive en Quillota).
El 1 de abril de 1956 entró al Taller de Electricidad de Cemento Melón, como un aprendiz.
“Luego fui ayudante y, un buen tiempo después, llegué a ser un especialista y tener responsabilidades mayores, dentro y fuera de la fábrica. El taller era otra escuela, donde los mayores enseñaban a los que llegaban y un espacio social donde se convivía y compartía mucho. No había competencia, sino apoyo entre todos. Casi todos éramos técnicos salidos de la Escuela Cemento Melón, así que entrar a la fábrica era como continuar otro periodo de aprendizaje. El primer ingeniero eléctrico que hubo fue Lorenzo Muñoz y le decíamos ‘El Niño’”, confiesa.
Él hizo la primera transformación eléctrica de la empresa.
“La energía venía de la Central Los Quilos (en la subida de Portillo) y también aportaba Chilectra. Se repartía en la fábrica, en la población, y en Navío. Yo estuve, en un tiempo, a cargo de la subestación en el interior de la planta. El ingeniero cambió los sistemas trifásicos y consiguió modernizar el sistema eléctrico, que continuamente se venía abajo por distintos motivos y afectaba hasta a la Minera Andina, que también ocupaba energía de Los Quilos”, rememora.
En su etapa de trabajador, Orozco vivió en un par de casas en la Población Cemento Melón. Se casó con Nora Godoy (hija de fabricano, ya fallecida) con quien tuvo cuatro hijos (y ocho nietos y cuatro bisnietos).
Con los años, se cambió a la Sicem. “Con un aporte de la empresa muchos logramos pagar la casa que luego fue nuestra, y nos descontaron por planilla. El aporte social a sus trabajadores era una de las cosas importantes de Melón. Había muchos beneficios, algunos descontados, y, otros no. Soy un agradecido de la empresa. Me permitió estudiar, también a mis hijos y tener seguridad y certificación en un trabajo, que aún realizo. Y, que pienso seguir haciendo, hasta que las velas no ardan”.
