El poder: esa enfermedad que afecta a los políticos

Publicado el at 8:34 am
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Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”

Siempre que una persona se queda pegada en el poder por muchos años, termina enfermándose, es decir, empieza a sufrir una serie de trastornos en su personalidad, que lo llevan a complicar su relación con la comunidad que los eligió para el servicio público.

Desde que volvió la democracia a Chile, en 1989, después de una interrupción de 17 años, nos han pasado muchas cosas con nuestras autoridades.

Surgieron desde distintos sectores de la vida nacional una serie de personas que se sintieron representantes del pueblo, ya sea por un natural liderazgo que ejercieron, o sencillamente, porque querían aspirar a un cargo público que les diera poder.

Algunos ya estaban inscritos, otros fueron a los partidos políticos a pedirles un cupo en las listas de candidatos. Muchos de los que participaron en las primeras elecciones, todavía siguen merodeando el poder.

 Hay senadores, diputados, alcaldes y concejales que se quedaron pegados, atornillados en sus cupos, ganando el dinero fiscal, invirtiendo parte de lo ganado en cada elección para asegurarse, tratando de trabajar del mejor modo por su comunidad, sacrificándose hasta los fines de semana para gozar del mismo poder que los enferma, que los desgasta y los termina transformando casi en otras personas.

Después del primer periodo en el cargo, la autoridad se siente que sabe lo suficiente para ir a la reelección y postula nuevamente. Al realizar su segundo mandato ya se siente otro, una especie de enviado divino que viene a salvar a la gente. Muchos toman un tono mesiánico, es decir, se creen el Mesías Salvador de la Gente, y promueven acciones en los que hacen sentir distante al público.

El mayor veneno que toman todos los días estos señores y señoras del poder en Chile, son los tragos de adulaciones que reciben de sus funcionarios más cercanos. Ellos todos los días se encargan no solamente de fortalecerles el ego, sino que, además, les encuentran todo bueno, todo bonito, todo inteligente. Ese veneno mata hasta el más valiente y lo pone engreído, soberbio y orgulloso.

Cuando los critican se vuelven locos porque se creyeron las adulaciones y ahora ya creen que son perfectos. Si un funcionario o persona o medio de comunicación, encuentra bueno su trabajo, responde que ese funcionario, persona o medio es lindo, maravilloso y muy importante. Si lo critica, inmediatamente lo encuentra malintencionado, enemigo político, diabólico.

Pobres autoridades nuestras que llevan más de dos periodos, porque aunque a ellos no se los digan, se están enfermando en el poder, desgastándose sin poder impedir que cada año que pasa todo se les vuelve más complicado.

El poder -como el cilantro- es bueno, pero no para tanto.

Saber retirarse a tiempo es lo que muchos habrían querido, si no hubieran estado tan silenciosamente y diariamente envenenados por sus inagotables aduladores.

No son malas personas, por el contrario, en la mayoría de los casos son excelentes servidores públicos. El problema es que no saben parar a tiempo y terminan agotados.

El poder se come a los políticos y a los famosos.

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