Juan Pablo Vicencio C.
Psicólogo Clínico
El uno por ciento de la población mundial -según investigaciones- sería un psicópata. No parece mucho -a simple vista-, sin embargo, es muy probable que en el transcurso de nuestra vida nos topemos con uno de ellos. Si consideramos el enorme daño que son capaces de infligir a la población, vale la pena dar algunas pistas sobre ellos. En el imaginario colectivo está la imagen del asesino serial Hannibal Lecter de la película “El silencio de los inocentes”, pero no siempre son criminales. Hay tipos de psicópatas, y muchas veces pueden esconderse o camuflarse en distintos espacios de poder en la sociedad: son los denominados psicópatas de “cuello blanco”, quienes pueden ser trabajadores informales, políticos corruptos, empresarios inescrupulosos, o profesionales carentes de toda ética que utilizan su prestigio y poder para victimizar a sus clientes, con un estilo de vida egoísta y “parasitario”; cometiendo actos ilícitos no criminales, pero “al filo de la ley”.
El psicópata es un trastorno de personalidad grave, pero no está “loco” ni “demente” y sabe claramente lo que hace. Algunos de ellos suelen ser muy inteligentes, encantadores, seductores -inicialmente- y con el don de la palabra. Habitualmente, saben “leer” muy bien las emociones en los otros -aunque no las sientan-. No experimentan culpa, ni ansiedad, y justifican sus acciones o se victimizan cuando son descubiertos, mintiendo con total soltura y cinismo. Algunos expertos, comparan la mirada del psicópata con la de un reptil: inexpresiva, sin pestañeo, hipnótica y penetrante. La mayoría de ellos son hombres -en una relación de siete a uno- con respecto a las mujeres.
Sus principales características podrían agruparse en tres áreas: en sus relaciones con los demás son arrogantes, egocéntricos, insensibles, dominantes, superficiales y manipuladores. Son “depredadores” que ven en sus víctimas “presas” emocionales, físicas y económicas. Como un cazador, acechan y eligen a personas con ciertas características: baja autoestima, inseguras, dependientes y con inclinaciones maternales, lo cual las hace más vulnerables y fáciles de explotar. En la manifestación de sus afectos son irritables, incapaces de establecer fuertes vínculos emocionales y ausentes de empatía -no se ponen en el lugar del otro-, no sienten compasión, sentido de culpa o remordimientos. Desde el punto de vista social tienen conductas irresponsables, impulsivas, con una tendencia a ignorar o violar las convenciones o normas. Estos rasgos comienzan a manifestarse en la niñez, por ejemplo, con conductas de crueldad hacia los animales.
Los psicópatas nacen y se hacen, es decir, habría predisposiciones -no determinaciones- biológicas y factores sociales que se interrelacionan de forma compleja.
Lamentablemente, no existen tratamientos eficaces -ni menos posibilidad de cura- para estas personas, y dado su conducta “camaleónica” -de doble fachada (hombre ideal en lo público y psicopático en lo privado)-, cuesta mucho reconocerlos. Distancia y sanción penal es -hasta ahora- la única opción.