Hoy cumplo 55 años escribiendo cada semana sin haber faltado a ninguna

Publicado el at 12:18 am
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Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”

Hace exactamente 55 años que escribo la “Última Carilla”, todas las semanas, sin que jamás haya faltado al compromiso de escribir esta columna de opinión.

La primera “Última Carilla” fue lo último que escribí para el diario del sábado 26 de septiembre de 1970, en una vieja máquina del diario La Unión de Valparaíso, donde se imprimió el ejemplar número 1 de “El Observador”.

Era una noche de viernes. Mucha emoción. A la hoja en blanco que tenía en el rodillo de la máquina de escribir la llamábamos carilla, porque tenía impresa al costado izquierdo la cantidad de 25 líneas que podíamos escribir en cada hoja. Era una forma de calcular su extensión.

Era la primera vez que me tocaba entregar la “Última Carilla”. Al finalizar escribí: “Tenemos entusiasmo, pero no tenemos experiencia. Con su comprensión y con su ayuda podremos llegar muy lejos sirviendo a todos”.

Ese primer ejemplar tenía también una editorial, titulada “Nuestro pensamiento”, donde se fijaban algunas líneas rectoras de nuestro actuar y desde donde hicimos un análisis de nuestra realidad. Escribí: “Creemos firmemente que algunas de nuestras instituciones están en crisis, que nuestra sociedad cada día cuida más sus apariencias y continúa olvidando su verdadero papel. Creemos indispensable una mayor justicia social basada en una revisión de nuestra escala de valores”.

“Combatiremos sin cansancio a quienes manejan la mentira y la inmoralidad. Nuestra voz no se acallará jamás para demandar a quienes con su ambición limitan el bienestar de la mayoría”. (Clara alusión a los políticos de la época). Termina la editorial señalando: “Sabemos que la labor que hemos emprendido es difícil e ingrata, pero confiamos que cada uno de nuestros lectores aspira siempre a buscar un mayor progreso cultural y material. Para impulsar ese progreso hemos nacido”.

Estas palabras reflejan fielmente la intención que tuve al fundar “El Observador”. Tanto es así que el lema del diario en su partida fue: “Siempre atento al progreso regional”. Queríamos sacar a nuestras ciudades del letargo, despertarlas, promover su desarrollo, activar a las autoridades.

En estos 55 años la tarea se ha cumplido, no solo impulsando el progreso, sino que también aportando decisivamente en la formación de una opinión pública responsable e informada.

Estamos contentos de haber tenido la oportunidad de trabajar en un diario que se transformó en una empresa de comunicaciones, que ha sido insoportablemente independiente y completamente comprometido con el destino de nuestras ciudades.

Escribir cada semana uno o dos artículos de opinión me hizo siempre estar pensando en temas que sean de interés de los lectores, en aportar ideas interesantes, en poner temas del interés de la familia, en analizar las comunas y su crecimiento, en darle voz a la gente inteligente que podía proponer soluciones a nuestros problemas.

Cuando uno escribe todas las semanas de toda la vida, es fácil que los temas terminen siendo muy variados. Del oro verde que son las paltas, de lo sacrificado que es ser carabinero, de la soledad de los sacerdotes, de lo torpe que son algunos políticos, de la falta de un buen mercado, del primer edificio en altura, de los cogoteros y los ladrones, de los alcaldes, de lo que pasó en un liceo, de la falta de una asignatura sobre el amor, de las malas leyes, de los buenos libros y el azotado medioambiente, del comercio y su sombra que son los ambulantes, de los floristas y los mineros, de lo bueno, la malo y lo feo. De todo un poco.

Creo que ya sobrepasé los 6.000 artículos de opinión escritos en estos 55 años. Creo que voy a seguir escribiendo sin pensar en los años que quedan o los que vienen. Escribir es una pasión incontenible como un amanecer. Pasamos de la máquina de escribir al computador. Todo ha sido muy rápido y muy interesante.

“Escribir directo y al corazón”, como me dijo en una carta el maestro Tito Mundt. Y eso hacemos, buscamos explicar la realidad con palabras directas y siempre nos dirigimos a su corazón.

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