Gemidos desde El Belloto

Publicado el at 2:03 pm
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Gustavo Boldrini Pardo
Escritor

Hace años que una noticia no me causaba tanta sorpresa y contento. Fue la del 14 de mayo que informa acerca de los “gritos” que emite una mujer de Quilpué. Sucede en Belloto Sur, y trata de la denuncia de vecinos que “están cansados de soportar los gemidos de una mujer cuando tiene relaciones sexuales”. La nota agrega que se grabaron y que éstos “se escuchan a varios metros del departamento”.

Me maravilla esta exteriorización tan nítida y desinhibida del goce sexual. En estos tiempos de tanta auto represión, hipocresía, de negación del placer… el caso de esta quilpueína gozadora, se sale de tales reglas y es ejemplar. Por lo mismo, no faltan los picados(das) y envidiosos(as) que aunque también pusieron el grito en el cielo, el de la mujer no les gustó y presentaron una denuncia ante Carabineros “por ruidos molestos”. Felizmente, poco puede hacer la institución del Orden y la Patria ante el placer de dos fogosos ciudadanos. Ante la Ley, los gemidos no son molestos, al contrario, son absolutamente legales y obligatorios.

De inmediato recordé mis tiempos de universitario cuando, aplicado, leí a Robert Street en sus “Técnicas sexuales modernas”. Hace poco reencontré aquél libro y vi que varias líneas estaban subrayadas. No son párrafos muy científicos o que hablen de la química de la excitación, ni de los síntomas del orgasmo; de temperaturas, dilataciones… Lo que destaqué eran las vocalizaciones -de gemidos y gritos- imposibles de callar: “Uhmm, ya, ya, sí, sí, yes, yes, fuck me, oh my God, yes, yes…” Hasta me dio un poco de vergüenza tanta aplicación. Seguro que en ese tiempo yo trataba de aprender algo.

Por los mismos años, también, muy atentos leímos aquel ensayo de Benjamín Subercaseaux, titulado “El grito del hombre como especie animal” (1964). Allí se decía que es el de la guagua, su llanto al nacer, el primer sonido humano. Claro, ahora se podría pensar que antes de un nacimiento, existe otro grito, aquél nacido del placer de engendrar.

En verdad, después de cincuenta años y de leer la historia de la quilpueína calentucha, pienso que no importa saber qué es lo primero, si el huevo o la gallina. Lo que me queda claro es que llantos de guagua o gemidos nacidos en el placer sexual u otro instinto -penas o alegrías-, no se pueden acallar. Prohibirlos, sería negar la voz más fidedigna y hermosa de la naturaleza humana.

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