Heroico: Buzo de La Calera murió al intentar salvar a su amigo

Publicado el at 6:51 pm
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Ambos habían sufrido por una supuesta mala mezcla del aire que le suministraban y cuando avisó no le hicieron caso

LA CALERA.- La infancia de Sergio Nelson Bustamante Medel fue en las casas que existían en las laderas del cerro La Calera, en el sector de La Melonita. Era el mayor de tres hermanos, dos de ellas mujeres. Su domicilio cambió luego a la Población Cemento Melón. Estudio en el Liceo San José y allí conoció a la que, después de unos años de pololeo, fue su esposa: Jessica Barrera Arenas.

Con ella, tuvo dos hijos: Lisset y Pablo. De padre marinero, Sergio Bustamante siempre tuvo una enorme afición por el océano. Al salir del Liceo fue marino, con especialidad de meteorólogo en la Armada. Viajó, entre otros navíos, en la “Esmeralda” y conoció muchos puertos del mundo. Hasta que quiso jubilar y se retiró en la Marina, como sargento primero.

Entretanto, y paralela a su labor como marino, había desarrollado su pasión por el buceo. Fundó, con algunos socios, la escuela del ramo “Silencio Azul”, que tenía su sede en el sector de Recreo, en Viña del Mar, aunque con sus pupilos realizaba las exploraciones subacuáticas en la playa Las Torpederas de Valparaíso.

También tenía afición por la música y la lectura e incluso escribía. Inquieto en extremo, trabajó igualmente en otras cosas y desarrolló variados negocios. En mayo de 2014 le ofrecieron un contrato como buzo comercial en una empresa que se dedica a labores de mantención y reparación submarina de diversos tipos de naves, que abarca desde Los Vilos hasta Mejillones.

Allí, trabajó en turnos de varios días y muchas veces ni siquiera hizo uso de sus días de descanso. A veces ejecutaba otras labores, pues tenía experiencia como chofer de camiones y naves menores. Una de las que más le gustaba era la de “watchman” o cuidador de las lanchas. Eso es lo que estuvo haciendo los días anteriores al trágico sábado en Mejillones.

HEROICA ACCIÓN

Su hija Lisset, que también aprendió de su padre la afición del buceo, contó que en su condición de buzo debió hacer ese día, alrededor de las 14 horas, una inmersión de 40 metros. “Era un buceo de 50 minutos, cuarenta para hacer unos arreglos en el terminal de Mejillones y diez para efectuar el proceso de descompensación, que lo obligaba a subir lentamente a la superficie”, relató.

Sin embargo, señaló su hija, la mezcla de aire que le suministraban por una manguera hasta su casco de inmersión no era la exacta en su mezcla. “Él se sintió mal e hizo algunos movimientos con la cuerda que lo sujetaba a la lancha para que lo sacaran. Sin embargo, los buzos de emergencia que estaban arriba, al parecer no captaron la alarma”.

En esos momentos, se vivía un drama a 40 metros de profundidad en la bahía de Mejillones. “Por lo que he sabido mi padre vio que su compañero y amigo, Mario Galaz, perdía el conocimiento en la profundidad. Como no hacían caso a sus señas, se aventuró a subir desde donde estaba, sin pensar en la descompensación que podría afligirlo”.

Avisó a los buzos de la lancha lo que pasaba con la mezcla y que su compañero estaba mal en la profundidad del océano nortino. “Sin pensar en nada -como era él- se volvió a hundir en el mar en busca de su amigo. No alcanzó a hacer mucho pues su organismo había sufrido la falta de oxígeno y los males de la descomprensión. Mi padre falleció en el mar a los 49 años. También murió su compañero, a quien trató de salvar”, dice su hija Lisset.

MULTITUDINARIO ADIÓS

La joven cree que hay responsabilidades de la empresa que lo mantenía bajo contrato, por lo que estudia la posibilidad de acciones legales. Más allá de esa situación, Lisset Bustamante Barrera ha tomado con aparente tranquilidad la muerte de su padre.

“Es que más allá de la pena de perder a un papá y un amigo, sé que se fue de la vida sin dolor, como en un sueño. Cuando tu cerebro no recibe oxígeno bostezas y te duermes. El murió en lo que más amaba, en el mar”.

Aunque llevaron los cuerpos de Sergio Bustamante y su amigo Mario Galaz a una cámara hiperbárica, los testigos que hablaron con Lisset dicen que estaba demás, pues los sacaron muertos del océano.

“Mi madre -dijo Lisset- fue a buscarlo y lo trajo a La Calera. Llegaron en la madrugada del martes, pero una calle de la población Cemento Melón estaba llena de gente: amigos, ex compañeros, gente que se enteró de otros lejanos lugares. Lo velamos el resto de la mañana y luego de una Misa en San José lo sepultamos en la tarde, en el Cementerio Parque de Nogales”.

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