Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Partamos escribiendo que los resultados fueron tal como los habíamos señalado en esta columna de opinión. Tampoco era tan difícil, las cartas estaban echadas y no había mucho que agregar. Dijimos que Kast tenía un piso de 50% (la suma de los votos de Kast, Kaiser y Matthei) y Jara tenía un piso de 30%, con sus principales partidos. Desde esas cifras podían subir un poco. Kast y Jara subieron aproximadamente un 10% cada uno y quedaron, redondeando los números, en un 60/40, que significa que dos tercios de los ciudadanos de Chile votaron por Kast.
Una paliza para el gobierno, cuya mala gestión contribuyó en forma determinante a su bullada derrota. No hay excusas. La gente no quería más de lo mismo, la mayoría de los chilenos pidió un cambio y eso es lo que ocurrió el domingo pasado, un cambio que se verá reflejado en la conducción del gobierno.
¿Qué cambiará con la llegada de Kast a La Moneda?
Lo primero que hay que decir es que los alarmistas pecan de ignorancia por sobre todas las cosas. Los derechos que se han obtenido mediante leyes aprobadas por el Congreso (es decir, los senadores y diputados) no podrán ser cambiadas ni por Kast ni por nadie. Especialmente con la actual configuración de ambas cámaras. Por lo tanto, se trata solo de tonterías por parte de los que dicen expresar miedo por lo que viene. Por mucha corrupción que estemos viviendo, todavía nos queda Estado de Derecho como para darle equilibrio a los cambios de gobierno. No se derrumbó Chile con Boric, menos se derrumbará con Kast.
Lo que cambiará es que volverá la corbata a La Moneda. Volverán los sesentones a ocupar cargos en los principales ministerios, gente con recorrido y con experiencia, que le brindará al país un servicio más eficiente.
En seguridad y migraciones pasarán muchas cosas, porque ha sido el eje de la campaña de Kast y los republicanos para llegar al gobierno. Rodolfo Carter, senador electo por Araucanía ya dijo que irán a Temucuicui y de sorpresa. Se habla de comprar módulos de cárceles para aislar a los delincuentes que siguen dirigiendo peligrosas bandas tras las rejas. Habrá un mayor control en la frontera norte y comenzará un saludable retiro -por ahora voluntario- de los migrantes ilegales, que saben que ahora serán fiscalizados y enviados fuera del país.
Con dificultades, pero se configurará un conglomerado de derecha, que representa en votos sobre el 50% de los ciudadanos. Se ve evidente que llegarán a un acuerdo varios partidos claves: Renovación Nacional, Republicanos, UDI, Libertarios, Demócratas, Amarillos, Evópoli y otros más pequeños todavía, aun cuando estos últimos tres desaparecerán por baja representatividad. Ese bloque de derecha participará del nuevo gobierno y le imprimirá una forma distinta de gestión a todo el aparato público del Estado.
Kast tendrá una oposición violenta. Ya antes de resultar electo lo estaban atacando y amenazando con intentar derribarlo del mando en que lo ha puesto el pueblo de Chile. No lo pasará bien con todos esos sectores que estuvieron calladitos con Boric y ahora se preparan para salir a las calles. La izquierda ha demostrado tener una mayor cercanía con la violencia, llegando por ejemplo, a premiar los jóvenes chilenos que estuvieron destruyendo Chile en el estallido.
Hay una cosa clara. Kast no tiene ninguna varita mágica para cambiarlo todo y tendrá que ir haciendo las tareas lentamente. Esperemos que los chilenos tengan la paciencia de esperarlo y no creer que todo lo debe resolver en los primeros tres meses.
Los analistas dicen que tendrá una luna de miel cortita, refiriéndose a las acciones de los primeros meses que las podrá realizar sin una oposición ciega, como se presume se podría poner después.
Repitamos lo mismo que hemos dicho siempre que aparece un nuevo Presidente: si le va bien, le va bien a Chile.
*Imagen de Redes Sociales.