Si los sacerdotes se casaran tendríamos otra mirada sobre la Iglesia Católica

Publicado el at 10:21 am
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Aunque a Usted le cueste creerlo, el sábado asistí a un matrimonio religioso, donde el papá casó a su hija, teniendo como acólita a su esposa.

Nadie se asombraría si se tratara de luteranos, evangélicos, ortodoxos o mormones, pero se trataba, precisamente, de un matrimonio católico.

opinion de funador del diario el observador
Roberto Silva – Fundador de “El Observador”

El novio, Héctor, junto a su familia, esperaba en la puerta para saludar a los invitados. La novia, Vinka, ingresó caminando del brazo de su padre, que una vez que la dejó junto al altar, se fue a la sacristía y se cambió de ropas, apareciendo con la vestimenta de un sacerdote, pero en su calidad de diácono.

La bella ceremonia llenó de luces la iglesia, presentando ante los asistentes una visión de futuro, un adelanto de lo que debiera hacer la jerarquía de la Iglesia para resolver de raíz tantos problemas sexuales que afectan a los sacerdotes.

Lo que vimos fue a un diácono civil, casando a una pareja, administrando el sacramento del matrimonio y repartiendo la comunión con hostias que habían sido previamente consagradas por un cura.

El tema es muy antiguo y se ha tratado en diversas épocas, pero nunca como ahora se sintió la presión de la crisis moral de muchos religiosos, que apuran una solución al tramitado problema.

Los sacerdotes deben casarse, vivir la relación de pareja, la paternidad y transformarse en abuelos. Hacer el ciclo de la vida teniendo su propia red de afectos y cuidados, que solo conforma completamente la familia.

¿Qué hace un sacerdote el domingo por la tarde? ¿Sale a caminar a las plazas, a mirar cómo juegan “los niños de los otros que nunca serán míos”, como dice la oración del sacerdote francés Michell Quoist? ¿Cómo administran esa profunda soledad?

Ya sabemos que no son todos iguales y que hay miles que han dedicado su vida entera a servir a los demás sin haber caído nunca en ningún abuso ni de poder, ni sexual ni de conciencia.

Muchos sacerdotes han sido el espejo en que se puede mirar una comunidad, porque se han transformado en guías espirituales o en modelos de vida ciudadana al servicio de los demás. Pero igual se verían mejor casados, acompañados de las imprescindibles mujeres, con responsabilidades familiares, con compromisos humanos.

Este Papa reformista, capaz de decir lo que durante siglos no se dijo, podría ser ahora también el impulsor del gran cambio, dejando a los sacerdotes católicos igual que los otros pastores de las demás iglesias.

Sacerdotes y monjitas con libertad para casarse, para vivir el equilibrio de la pareja, para compartir las responsabilidades de una familia. No más prédicas basadas en lo que escucharon o leyeron, sino en la hermosa realidad de la vida, esa escuela implacable a nadie deja indiferente.

Parece un sueño, pero el sábado pasado lo viví y me pareció un mensaje de amor para el futuro. Amor de las parejas como Héctor y Vinka que se aman y que irradian felicidad, amor como el que necesitan los sacerdotes para salir de su oscura soledad, amor humano indispensable, sin que por ello se deseche el amor a Dios.

Una nueva iglesia para un nuevo tiempo.

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