Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Es malo que el Gobierno se esté acostumbrando a perder. El país necesita gobernantes ganadores, que propongan y les aprueben, que negocien y logren acuerdos, que expliquen y el pueblo les entienda.
Ya llevan muchos episodios perdedores. Dos veces no se pusieron de acuerdo para nombrar el Fiscal Nacional, hasta ahora no han reconocido darse cuenta que perdieron rotundamente el plebiscito por un mal proyecto constitucional (innecesariamente apoyado por el Ejecutivo), no consiguieron que todo los que respaldan al gobierno fueran en una sola lista (idea también innecesariamente apoyada por el Ejecutivo), y ahora, pierden también en la Cámara de Diputados, donde no pudieron ordenar a sus partidarios para aprobar la reforma tributaria.
En este último caso son varios errores. Si dicen que este proyecto es lo que les permitirá hacer un buen gobierno y atender las necesidades sociales, se exponen a que si les rechazan el proyecto (como efectivamente ocurrió) se entienda que han rechazado al gobierno y le han cortado las alas en sus proyecciones.
El otro error es que los principales voceros, Presidente, Ministro Hacienda y Secretaría de Gobierno, entregaron versiones diferentes sobre su derrota, señalando que era culpa de los que votaron en contra, que dictarían leyes saltándose el congreso y que no era necesaria una autocrítica porque ellos no eran responsables. Por suerte, volvió a salir la ministro del Interior, Carolina Tohá (arquero oficial del gobierno) para decir que recurrirían a todas las instancias posibles para intentar aprobar la reforma y sus beneficios.
El rechazo a la idea de legislar sobre la reforma tributaria permite obtener algunas conclusiones. Si la votación fue 73 a favor y 71 en contra, Chile está claramente dividido en dos partes iguales, y esa división siempre será dañina para los intereses generales de la nación. Si se unió RN, UDI, Evópoli, Republicanos y Partido de la Gente, por primera vez, se podría estar conformando un duro bloque opositor que podría poner condiciones al actual gobierno en muchas otras materias.
En todo caso, se sabía que las fuerzas políticas están equiparadas en el Congreso y que el gobierno más bien está en minoría, como quedó demostrado antes de ayer miércoles con la votación a la que nos referimos.
La política es el arte de ponerse de acuerdo y parece que los gobernantes actuales no son muy artistas, porque alcanzan más desacuerdos que acuerdos, y con eso, acumulan más derrotas.
Por eso se dice que la política es sin llorar. Si se pierde es porque no hubo acuerdos previos, por lo tanto, no caben ni las lágrimas ni hacerse la víctima. Darle gobernabilidad a un país consiste justamente en saber ponerse de acuerdo con los opositores, en respetar las minorías, en escuchar la voz del pueblo, en buscar la paz y el bien común.
Lo que pasó en la Cámara de Diputados ha pasado mil veces en nuestra historia. Hay presidentes que no han podido gobernar porque el poder legislativo no los ha dejado. Y a los políticos no les importa nada. Un ejemplo: en plena guerra del Pacífico, los congresistas opositores al gobierno no aprobaron una ley que buscaban llevar recursos a los chilenos que estaban en el frente de batalla. Las acusaciones constitucionales son lo mismo: atacar al gobierno, en la permanente pugna entre el Legislativo y el Ejecutivo.
Y lo peor de todo es que cuando se dan vuelta las posiciones, producto de elecciones, los que ayer juraban amor, hoy juran odio, y viceversa, en una rueda de nunca acabar. Los que eran oposición hoy son gobierno y quieren que les aprueben todo. Mañana los que hoy son gobierno serán oposición y rechazarán todo.
Y así, hasta el fin de los tiempos.
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