El relato de un calerano contagiado por Covid-19: “Pensé que me iba a morir”

Publicado el at 15/06/2020
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“Sólo pude haberme contagiado a bordo de un bus local cuando iba o volvía a mi trabajo”, indica uno de los más de cien contagiados por Covid-19 en La Calera

LA CALERA.- Tiene 50 años, es separado -padre de tres hijos- y vive con su madre de 71. Estudió en la escuela de su barrio, en Artificio, y trabajó en una barraca por 14 años. Es carpintero de construcción aunque sabe “hacer de todo”. Actualmente, se desempeña laboralmente en una maestranza que presta servicios a empresas de la zona y es uno de los más de cien casos de Covid-19 que ha tenido La Calera.

“Alrededor de la medianoche del 21 de mayo me sentí mal. Era jueves, me acuerdo de ese detalle porque era festivo y era el día del Combate Naval de Iquique. De improviso comencé a sentir mucha fiebre. Me preocupé porque podía ser el Coronavirus”, relata el calerano.

“Al otro día, temprano, fui al SAPU. Me hicieron un examen y me mandaron a esperar en la casa el resultado. Esos días fueron difíciles, pues uno piensa en que podría ser el causante de problemas en la pega o que podría haber contagiado a mi madre, que tiene 71 años. Es difícil esa espera. Y a los siete días me dijeron que tenía Covid-19”, cuenta.

Aunque le ofrecieron irse a pasar la cuarentena a una residencia sanitaria, no quiso hacerlo. “La relación con mi madre es muy grande y no quería dejarla sola. Ella tampoco quiso que partiera. Me dijo que nos cuidaríamos ambos”. Y si fue difícil la espera por el diagnóstico, saber que era uno de los contagiados que engrosaban la lista en la comuna fue peor.

“El problema, más allá de la fiebre o el dolor de cabeza, han sido los pensamientos. Pensé que me iba a morir. Dormía unas tres o cuatro horas en las noches. Apenas despertaba y volvía a pensar que moriría. Tengo hijos, incluso uno que aún va a la escuela y eso me dio una razón para luchar por vivir”, afirma emocionado.

Por lo mismo, asegura que “la solidaridad de los amigos, los vecinos y la familia fue fundamental. El teléfono no paraba de sonar. Me llamaban para decirme que saldría adelante, que no pensara en nada malo. Una prima psicóloga me llamaba continuamente. Me repetía que no pensara en cosas negativas. Uno se hunde en la angustia de no saber qué va pasar al otro día con el virus”.

EL APOYO DE LOS CERCANOS

Perdió el olfato y lo poco que comía no tenía sabor alguno. “Me alimentaba poco. No tenía apetito y las cosas no tenían gusto. Tenía que tomar cuatro medicamentos al día y me llamaba gente de salud, diariamente, para que controlara la fiebre. No me sentía mal orgánicamente. Mis pensamientos, que daban vuelta a cien por hora, eran lo que más me complicaba”.

Sin embargo, los gestos de la gente le dieron fuerzas. “Me dejaban bolsas con alimentos en la reja. Hasta plata encontré alguna vez. Los amigos del club me llamaban y me hablaban de cosas distintas. Creo que empecé a recuperarme cuando me di cuenta que era importante para otra gente. He salido bien, por `el de arriba y por los del lado´ que han sido gente muy buena”.

Aunque le había dado vueltas desde el inicio, recién pudo llegar a concluir dónde se pudo haber contagiado. Y es perentorio en eso: “El único lugar debió ser alguno de los buses locales en que iba o venía a mi trabajo. A mis compañeros se les hizo el examen y están todos sanos. Mi madre también está bien. Y yo soy una persona que viaja del trabajo a la casa”. Ayer jueves, cumplía su cuarentena, mientras sigue recuperándose y luchando contra el virus.

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