Las inagotables variaciones del “cuento del tío”

Publicado el at 7:31 am
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Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”

Los delincuentes siempre están pensando en la mejor forma de robar nuestro dinero, buscando renovar sus técnicas y apoyándose siempre en lo confiados que somos la mayoría de los seres humanos.

Con un verdadero conocimiento de la idiosincrasia de los chilenos, ellos trabajan con niños o ancianos para dar más credibilidad, con tecnología de teléfonos celulares, con modelos de películas, con mucha imaginación y mucho tiempo.

La policía ha comprobado que numerosos tipos de estafas provienen de delincuentes que se encuentran al interior de las cárceles, desde donde pueden moverse libremente con celulares robados y verdaderos libretos para estafar.

Por ejemplo, lo llaman para decirle que ha ganado un concurso de un supermercado en el que se encuentra una conocida figura del espectáculo participando y tratan que Usted cargue dinero a un determinado número de celular.

También las mafias de la cárcel manejan estafas con tarjetas de crédito, para lo cual lo llaman haciéndose pasar por un ejecutivo y comienzan a darle por aprobado un crédito, o bien, decirle que le han agregado un nuevo seguro. La respuesta es simple y lógica, su banco conoce todo sobre Usted y nunca lo llamarán por teléfono para sostener una conversación en la que le pidan números de tarjetas de crédito y claves. Le recomiendo que esa sea una oportunidad para castigar al delincuente y antes de cortarle puede desearle que lo siga pasando bien en la cárcel, lanzarle unos garabatos o decirle lo que se le antoje. Tiene chipe libre.

Se han multiplicado las acciones de delincuentes que actúan desde el interior de los bancos, haciéndose los que van a realizar una gestión al banco, cuando en realidad están observando el pago de dinero en las cajas, para determinar cuáles son las personas que cobraron sumas mayores y en qué lugar las llevan.

Una vez afuera del banco existen muchas estrategias que aplican, pero dos han sido las que les han dado mayores resultados. Si el cliente tiene auto, le pinchan un neumático y después se ofrecen para ayudarlo a reparar el problema. Ahí es cuando actúan, robándole el dinero que sacó del banco. También siguen a los que van a pie, y de improviso, uno de los delincuentes, le deja caer algo pegajoso en sus ropas, frente a lo cual otro de los ladrones se acerca para ayudar a limpiarle la ropa. Esto puede hacerlo en la calle, o bien, llevarlo a un baño público para “limpiarlo” de la mancha y del dinero que sacó del banco.

Por supuesto están los clásicos, como el boleto ganador, que los estafadores cambian por menos dinero del que indica el boleto premiado. Este cuento lo han desarrollado especialmente con los jubilados.

El otro es el balurdo, o cambio de dinero con fajos falsos, que se hace especialmente con empleados que representan a una empresa y los envían al banco.

En los robos de auto hay muchas formas, pero lo fundamental es hacer bajar al conductor o conductora con algún truco simple pero efectivo. Un taxista le dice a un conductor que va lanzando un peligroso humo por el tubo de escape. El chofer se baja y aparece el ladrón del auto. Una mujer, con el vidrio abierto, se detiene en un semáforo. En ese momento el ladrón aparece con una laucha viva que tiene tomada desde su cola, la muestra, la mujer se desespera y entonces le lanza el animalito al interior del auto. Ahí la mujer se baja del vehículo, momento que es aprovechado por el ladrón para subirse y llevarse el auto, que estaba con el motor andando y las llaves puestas.

Hay muchos casos en que usan a niños, para que le digan a “su tía” que chocó, esperando que ella lo llame por el nombre de algún sobrino. O bien trabajan con abuelitos para hacer más creíbles las historias.

La última que nos contaron es el depósito de 800 mil pesos en una Caja Vecina por un extranjero. Minutos después van dos tipos, extranjeros también, y asaltan la Caja Vecina, llevándose la plata que su amigo ya tiene depositada en su cuenta. Con 800 mil hizo un millón seiscientos mil pesos en quince minutos.

La clave para salvarse -lamentablemente- es ser más desconfiado.

 

Imagen Freepik

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