Quillota: Le dieron salvaje golpiza a joven no vidente para robarle sus anillos de oro

Publicado el at 9:59 am
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David Sagal sufre retinosis pigmentaria y, tras propinarle un botellazo en la sien, le mordieron el dedo anular

QUILLOTA.- David Sagal Sarmiento es un hombre de 32 años que, hasta hace siete, se desempeñaba como soldador calificado en una empresa local. A pesar de ser un trabajador experimentado y bien evaluado, la prolijidad de sus trabajos comenzó a presentar leves fallas, por lo que su jefe pensó que podría estar presentando alguna deficiencia visual y le sugirió que fuera a consultar al oftalmólogo para corregir un eventual problema a la vista.

Sin embargo, lo que parecía una visita de rutina al especialista terminó siendo la antesala del peor diagnóstico que este joven alguna vez imaginó, pues tras efectuarse diversos exámenes el informe final fue lapidario: padecía una enfermedad denominada retinosis pigmentaria, una distrofia hereditaria de la retina de carácter degenerativo y progresivo, que afecta la visión central y periférica. Este mal, en términos simples, conduce a la ceguera.

Si bien el diagnóstico fue un duro golpe para David y Carola Sepúlveda Guzmán, su esposa, ambos decidieron no claudicar ante la enfermedad y comenzaron a organizar diversas actividades. Incluso, se endeudaron a largo plazo para solventar un viaje a Cuba en búsqueda de un remedio o, al menos, un paliativo que retrasara el inexorable avance del mal.

Pero en la isla las noticias tampoco fueron alentadoras, pues les dijeron que la enfermedad no tiene una cura conocida a nivel mundial. No obstante, Carola se enteró que un médico mexicano estaba desarrollando una terapia con células madre y se comunicó con él por video llamada.

Sin embargo, el tratamiento de carácter experimental abría un abanico de posibilidades pero no todas buenas: podría haber una mejoría, pero también podría acelerarse la degeneración retinosa. “No quería que mi marido fuera un conejillo de indias”, dice Carola, y por eso hasta allí llegó su batalla contra la enfermedad. David comenzó a asumir su nueva realidad, donde las sombras -aun a plena luz del día- iban a ser parte permanente de su vida.

AÑO NUEVO SIN ABRAZOS

La noche del 31 de diciembre todos se preparaban para recibir el Año Nuevo en la casa de David y Carola, cuando a eso de las 23:30 horas ella le pidió a su esposo y a Omar Acevedo, un amigo que los acompañaba, que fueran a la botillería “El Chady”, ubicada a un par de cuadras de su casa en El Sendero, a comprar una bebida y cigarrillos.

Ambos se apresuraron para estar de regreso antes de la medianoche. David no llevó su bastón blanco, pues suele recorrer estas calles diariamente y las conoce -literalmente- de memoria.

A esa hora la botillería había cerrado sus puertas y atendía solo a través de un ventanuco, de unos 30 por 30 centímetros. Varias personas esperaban su turno para comprar y ya había algunos que se habían echado varios brindis al cuerpo. David y Omar esperaron su turno, compraron los cigarros y la bebida y emprendieron el regreso a casa para intercambiar los abrazos.

Apenas habían caminado unos 20 metros por calle Nemesio Antúnez, cuando, sin mediar motivo alguno, David recibió un violento botellazo entre la sien y el ojo derecho, mientras que a su amigo lo empujaron para hacerlo caer y luego -salvajemente- asestarle un puntapié en la cara que le fracturó la nariz y lo dejó casi inconsciente.

Ya en el suelo a David no le fue mejor. Un grupo de personas, que podrían ser entre siete y nueve según calcula la víctima, comenzó a gritarle mientras algunos de ellos lo golpearon repetidamente en la cabeza hasta hacerle perder los dos dientes frontales.

Los segundos pasaban y se hacían eternos, hasta que el grito de un hombre de 20 años que venía llegando a la botillería espantó a los atacantes. Se trataba de un ex compañero del hijo de Carola, quien en ese momento no pudo reconocer la deformada cara de David.

De ahí en adelante todo fue atención de urgencia: exámenes, viajes al “Gustavo Fricke” para una cirugía dental, suturas y evaluaciones al estado de su escasa visión. Esa noche no hubo parabienes ni abrazos de Año Nuevo en la casa de David y Carola.

ANILLOS DE ORO Y CHALECO REFLECTANTE

¿Quiénes atacaron a David y a su amigo esa noche? Es la tarea que deberá dilucidar la Policía de Investigaciones de Quillota. El jefe de la Bicrim de la ciudad, Wladimir Benavides, comentó que están a la espera de la orden de la Fiscalía para iniciar las indagaciones.

A pesar de ello, ya se sabe que la cámara de seguridad de la botillería podría haber captado el ataque o, al menos, los rostros de los que estaban afuera del local esa noche, especialmente el de un hombre delgado y demacrado -con aspecto de “pastero”- y que vestía un chaleco reflectante. Fue el único rostro que pudo ver el joven que rescató a las víctimas y, también, el que cobardemente le propinó la última patada a David antes de huir.

Sin embargo, al parecer las imágenes no estarían disponibles, pues la memoria del equipo de grabación se habría saturado. A priori -pues no se descartan otros motivos- el ataque habría tenido como fin el robo de dos anillos de oro que llevaba puestos David: su argolla de matrimonio y otro heredado de su abuelo, que lucía en el dedo anular izquierdo, el cual le mordieron presuntamente para poder sacárselos, sin lograrlo.

Hoy, David se recupera lentamente de sus lesiones y Carola deja los pies en la calle cotizando las prótesis dentales -que cuestan cerca de un millón 400 mil pesos- para devolverle a David la sonrisa que perdió esa noche de Año Nuevo. Mientras tanto, él -que casi no puede hablar- solo atina a preguntarse por qué el destino se volvió a ensañar con su vida a minutos de terminar el 2019. Ojalá el 2020 le traiga una respuesta y, también, algo de justicia.

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