¿Qué tiene en la cabeza una madre para participar en el crimen de su hija?

Publicado el at 2:56 pm
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Roberto Silva Bijit

Aunque resulte raro, a Denisse nunca le importó su hija Ámbar. Una madre sin compromisos con ella, que siempre le complicó la vida. A los tres años (2007) la Oficina de Protección de los Derechos de Infancia pidió una medida de protección para la niña. A los ocho años fue abusada por una pareja de su mamá. A los diez años ya estaba en un programa del Sename. A los 15 años fue amenazada de abusos por una segunda pareja de la mamá, que había salido de la cárcel después de haber cometido dos horribles asesinatos. A los 16 años, el tribunal de Villa Alemana dictó una orden de alejamiento de la niña para la primera y la segunda pareja de la madre, que fueron consideradas peligrosas para Ámbar. La orden llegó dos días después que la menor fue estrangulada, violada y descuartizada por la pareja de su propia mamá… y lo más increíble, con participación de ella en el crimen de su hija.

El feroz asesino que la ciega justicia dejó en libertad, envenenó la mente de su nueva pareja y la llevó al extremo de lograr que la acompañara en el asesinato de su hija. Juntos estudiaron la forma de hacer que la menor ingresara a la vivienda para retirar la mesada que le enviaba su padre biológico desde Antofagasta. Una vez con la niña adentro de la casa que ellos compartían en calle Covadonga de Villa Alemana, la madre ayudó a maniatar a su hija y dejarla encerrada en una pieza. Luego salió de la casa para que nadie molestara a su pareja en la macabra tarea que venía. Él la golpeó, colocó un paño en su boca y la violó manteniéndole las amarras de los brazos. En un momento ella aparece como desmayada, pero había muerto por asfixia.

Entonces la corta en pedazos y la mete en los tres cooler que después esconderá en una excavación que hizo en el living de la casa. Mientras tanto, ella se fue a su departamento en Limache con su hijo menor, pero salió a comprar pintura y dos kilos de cera.

Al día siguiente del crimen, ella dejó a su hijo en el departamento y se fue a la casa de calle Covadonga, donde el día anterior había sido asesinada su hija. Ayudó a colocar cera en el piso del living, sobre las tablas que cubrían los cooler donde su hija estaba cortada en pedazos.

Y pasó mucha cera, una y otra vez pasó cera en el piso, tal como le había pedido su pareja asesina, porque “así despistaremos a los perros, que se quedarán con el olor a cera y no descubrirán lo que tenemos abajo”.

Y así fue, porque los perros policiales recorrieron la casa y no encontraron nada. Si no fuera por las atormentadas declaraciones de ella, se habrían demorado muchísimo en encontrar el cuerpo de Ámbar.

Al mediodía de ese día posterior al crimen, ambos almorzaron tranquilamente en la casa donde estaba el cuerpo de la menor. Después, alertados de que tendrían complicaciones con los vecinos, salieron de la casa y se fueron a comprar gorros, lentes y artículos para el camping donde pensaban esconderse.

¿Cómo duerme esa mujer que hace 16 años tuvo una hija y que ahora ayudó a matarla? Nunca le importó Ámbar, debió haberla entregado cuando chica. Ella era para tener parejas, no hijos. Se fue integrando a la mente asesina del último desquiciado mental con el que vivía y fue aceptando cada vez más trasgresiones. Incluso el plan para eliminarla, elaborado entre ambos.

Nunca habíamos publicado algo así. Nunca nos había tocado una mamá que participara en el crimen de su hija. Nunca. Algo está cambiando en nuestra sociedad.

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